Es curioso como un lugar puede llevar consigo partes de nuestra historia. Como pasan a ser de pronto algo más que un punto en el mapa para convertirse en un rincón en el mundo plagado de connotaciones.

Creo que el lugar del que venimos nunca nos definirá, pero siempre llevará un pedacito de nosotros impreso en sus raíces. Es curioso cómo podemos acomodar multitud de sensaciones y recuerdos en un espacio y dejarlo casi por siempre ahí en la retaguardia.

Porque sí, siempre habrá un capítulo en mi vida que comience en aquella calle cerca de Puerta de Toledo donde viví por primera vez en Madrid de forma independiente y por mucho que haga, ya tiene una página propia en este diario de abordo personal a la que puedo volver, por suerte, cuando guste.

Una página que hace que diferencie esa calle de todas las demás, que sonría mentalmente cuando veo esa parada de metro porque hace ya tiempo que abandonó el significado más obvio asociado y que me recuerda ,una y otra vez, el comienzo de una nueva etapa y siempre he pensado que los comienzos además de buenos … son necesarios.

Madrid me ha dado y me sigue dando tanto, que olvidarme de ella sería traicionarme irremediablemente.

También me sorprende como fue un lugar el que en su conjunto, me enseñó por lo vivido que hay absoluta verdad en aquello que dicen de que crecer es aprender a despedirse ,que huir hacia delante no es más que otra forma de escapismo y lo cierto es que en todas ellas siempre veo valentía pues considero que hay que tener mucho aplomo para ver una ventana en la oscuridad , para dejar un «todo» en una maleta que va cargada de incógnitas y decide apostar por un bienestar propio que igual llevaba tiempo adormecido entre el conformismo y la angustiosa pasividad .

Un despertar necesario, añadiría.

La primera vez que pisaste Ibiza, lo poco que tardaste en comprarte un mojito para acompañar la sensación. La paz que trae el mar. El eco de todo esto cada vez que vuelves y oye, que nunca se va. Y qué fortuna. Poder trasladarte ahora mismo a eso, saborearlo como el buen café a primera hora de la mañana.

Vivir va un poco de todo esto.

La marquesina que presenció ese primer beso, patoso y acelerado sin duda, pero cargado de una maraña de a saber qué . Las dunas de Salinas, ese rinconcito entre medias que tanto me gusta, la calma que se mece casi sin querer. El bar haciendo esquina y al ladito del Moulin Rouge donde ese café y Croissant te invitan a volver, aunque únicamente decidas ir a París para eso (¿y por qué no?). El romanticismo indiscutible de una Verona que sientes como hogar y da igual la de veces que intentes entenderlo porque no podrás, la ópera que viste en Viena con tu hermana tachando uno de tus sueños de la lista, el primer voluntariado en Alemania y los nervios durante toda la aventura, la Universidad de Derecho de la Complutense de Madrid y uno de sus árboles de la entrada – yo sé por qué lo digo -, la lluvia en Italia en una tarde de agosto …

Y como en todo, también hay sombras. Espacios que te invitan a irte , invitaciones que acepto pues con los años aprendes que no hay razón para quedarse donde no se está bien ( aplicable a lugares , personas y todo aquello que nos haga sentir mínimamente mal ) . También aprendí a no culparme, a no explicarlo, a respetar los tiempos, a dejar ir y a dejarme ir .

En cualquier caso , me siento afortunada … por ser pero también por estar. Ya sea en Madrid, Asturias, Italia o pérdida en cualquier parte del mundo. La libertad y sus bonitas posibilidades.

En cuanto a las fotos, vestida de naranja en una de las tantas calles bonitas de Bolonia.

Que tengáis un jueves estupendo , que marquéis espacios cargados de historia en la memoria.