Hay lugares que huelen a calma , lugares que te recuerdan que la belleza no siempre grita: a veces susurra.

Y es que la calma , la pausa en medio de un campo vestido de lavanda , el viento de puntillas , la simplicidad ante los ojos , la caricia del lila a los sentidos ,la presencia del verano … son un abrazo lento a lo cotidiano y una invitación a mirar y disfrutar.

El reloj marcó las siete y la luz se dispongo a bailar un tango con la naturaleza presente como si suyo fuera el escenario y ciertamente , así era. Lo pequeño se hizo inmenso y la magia del momento actuó de bálsamo .

Se percibe , de pronto, en una esquina de aquel decorado narrado, el vuelo de un vestido casi etéreo . Colores neutros, suaves como si todo fuese cómplice del momento. Aquella chica estaba decidida a ser . La magnitud de su intención la descubrió y la firmeza de unos pasos que hace tiempo que dejaron atrás el miedo fueron la reafirmación de que aquello era cierto .

Era el tipo de persona a la que la vida nunca le sacia y siempre quiere un poco más . De las que se enfrentan a duelo con el tiempo o lo abrazan tan fuerte que casi lo dejan sin aliento , de las que temen parpadear por si se pierden algo, de las que apilan sus deseos para darles paso de uno en uno o por lo menos , intentarlo.

Me confesó que había leído una vez que «recordar era vivir dos veces » y que aquello resonó con tanta fuerza que desde entonces se propuso llevarlo a la máxima expresión sin reparo ni freno para que en el futuro , su pasado tuviese tanto de qué hablar que al margen del resultado final , no cabría ningún «pero» ni asomaría ningún perdido quizás dispuesto a sembrar la duda sobre lo que pudo ser y en dicho punto de partida se quedó.

Y así, Brihuega puso color a una tarde cualquiera de verano donde el eco del silenció enseñó a la protagonista de este cuento que parar siempre es necesario para continuar, que nunca hay que dejar de mirar y que el peso de una mochila repleta de sueños e intenciones nunca es carga sino alas disfrazadas dispuestas a coger altura.

texto – ohyepblog