Se hizo el invierno , como aquel que despierta de un largo sueño dispuesto a conquistar el día tras desperezarse y tomar una buena taza de café caliente.

Se hizo el invierno con preaviso y de a poco, sin sobresaltos , como aquello que busca asentarse en calma , evitando los posibles imprevistos. Siendo cauto por naturaleza.

A fin de cuentas, no irrumpe quien avisa.

Siempre entre naranjas y marrones, tal vez tenga días en gris y negro pero como todos. Cansado de escuchar cómo le tachan de frío y mármol, el invierno intentaba brindar al paisaje una estampa digna del mejor de los cuentos para unos lectores de juicio dudoso y amplía lista de deseos bajo la manga.

Nunca llegó a comprenderlo , la queja fácil por bandera, el pisoteo sin miramientos del hedonismo , la puja por el sentir a precio de saldo, las prisas como marcapasos propio ante los ojos de una ciudad que nunca duerme .

La falta de conexión con el «ahora» , el incansable intento de este momento por traer a tierra a mentes dispersas que sobreviven al caos guardándolo bajo la alfombra. Siempre se preguntó que pasaría cuando aquello que se esconde acaparé el espacio y rebose.

Cantidad de incógnitas rondaban a invierno . Tiempo siendo espectador y tanto aún por resolver.

William Shakespeare comparó la ausencia de la persona amada a un frío invierno en el que “no cantan ni los pájaros”, ardua responsabilidad para una estación . Mágico el regalo de todos aquellos que llevan arte en pluma y se detienen a dedicarle sus palabras .

¡Oh, qué tan semejante al invierno me ha sido,
esta ausencia de ti, placer de año fugaz!
¡Qué heladas he sentido, qué oscuros días vi!
¡Qué vieja desnudez, en todo, de Diciembre!

Mas el tiempo de ausencia era estación de estío,
el otoño fecundo, orlado en ricos frutos,
llevando el peso erótico de la fiel primavera,
como vientres de viudas, tras morir sus esposos.

Confieso que siempre he encontrado una belleza indiscutible al invierno y bien lejos del hastío. Tal vez vea la delicadeza hipnotizante de todo lo frágil, el frío que consigue hacerse hueco pese a la resistencia, las manos buscando calor en la tela, el vaho como resultado de esa diferencia de temperaturas queriendo dejar constancia de lo acontecido, la invitación a manta y sofá , la sensación que acompaña esta última escena.


Recuerdo que hace un tiempo , rechazaba – iba a decir odiaba pero me parece de una magnitud injustificada – esta época del año. No sé muy bien por qué. Miento, sí que lo sé pero no viene al caso. Lo que sí viene es que me di cuenta de que los motivos por los que tachaba estas fechas en el calendario distaban mucho con la fecha en sí, y ahí las piezas empezaron a caer. ¿Por qué tildar a una fecha de algo tan sólo por estar? . Vuelven a caer las fichas, supongo que es parte del proceso de crecer o tal vez de mirar bien. Con detenimiento , con calma.

Adoro el invierno, y a menos que éste no se decida por tomar cartas en el asunto y complicarme el juego, no hay motivos razonables para tildarle de nada y sí todos para disfrutarlo.


Os deseo así , un invierno y un Diciembre sin prisa, donde te dejes ser y dejen que lo seas, donde el frío no rompa y salude, donde disfrutes del paisaje y de lo efímero del mismo, donde seas espectador con ansía y guionista con decisión, donde apuestes – por tí antes que por nada más – , donde te recuerdes que comenzar nunca es dar paso hacía tras y no te juzgues por hacerlo .

El invierno nos ha enseñado ya que uno puede estar descansando en la retaguardia para volver con fuerza y comenzar desde ahí un nuevo capítulo sin recorrer los previos.


¿En cuánto al look? El invierno también es ocre y luz. Poco me queda ya por añadir.
Sin el invierno, la primavera no resultaría tan placentera”, escribía la poeta Anne Bradstreet.

Nunca una existencia dependió tanto de otra